‘DHEEPAN’: Europa tampoco es lo que parece

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Ganadora de la Palma de Oro en la última edición del Festival de Cannes, Dheepan es una lúcida crónica dirigida por Jacques Audiard que narra los avatares de tres refugiados quienes, tras huir del conflicto armado que asola su país, Sri Lanka, tratan de iniciar una nueva vida en Francia.

Europa tampoco es un paraíso. Esa es la revelación que parecen descubrir los protagonistas deDheepan cuando llegan a Francia. Pero en realidad Dheepan es la identidad de un hombre muerto que adopta Sivadhasan (Antonythasan Jesuthasan), un antiguo combatiente a quien se le unen una mujer, Illayaal (Claudine Vinasithamby) y una niña de nueve años de edad, Yalini (Kalieaswari Srinivasan), formando una suerte de familia improvisada. Una simulación que les servirá como salvoconducto para huir de la guerra civil que asola Sri Lanka, su país de origen, y obtener después el asilo en Francia, su país de destino. Algo que Jacques Audiard pone de manifiesto al principio del film, con la excelente elipsis de la llegada de Dheepan a Francia, cuando las luces nocturnas de un avión se transforman de una manera muy sutil en las luces de colores de un lazo de colores que lleva el protagonista en su cabeza, ya en las calles parisinas ejerciendo como vendedor ambulante de baratijas.

Una realidad que les llevará a vivir en la banlieue, es decir, en un conflictivo barrio marginal del extrarradio dominado, en este caso, por bandas locales dedicadas al tráfico de droga. A partir de estas premisas, Audiard concibe una tan lúcida como desgarradora historia sobre las dificultades de unos seres quienes, en su esperanza por iniciar una nueva vida, en su esfuerzo por integrarse en una sociedad diferente, vuelven a revivir una situación de hostilidad en un entorno salpicado por la violencia. Dheepan consigue un puesto como portero de un edificio, Yalini prosigue sus estudios en un colegio y, poco tiempo después, Illayall comienza a trabajar como cuidadora de un hombre enfermo cuyo hogar, precisamente, es el centro de reunión del cabecilla de una de las bandas que operan en la barriada.

Una vivencia que se torna angustiosa, en la que vuelven a aflorar el miedo y la desesperación de la trágica realidad que han dejado atrás, a miles de kilómetros. Los escenarios son diferentes, como diferentes son sus vecinos, casi todos inmigrantes de las más diversas nacionalidades, como también son diferentes las luchas, aunque hay un elemento que sigue siendo el mismo, la violencia. Dheepan y su “familia” han dejado atrás una guerra para acabar encontrándose con otra, la que imponen las bandas locales que dominan ese aséptico y grisáceo paisaje urbano formado por colonias de bloques y más bloques de edificios.

Y al mismo tiempo, ante esta situación hostil a la que tendrán que enfrentarse, Dheepan e Illayaal deben de seguir manteniendo las apariencias de que son una familia, tanto con sus vecinos como con los servicios sociales, a pesar de que durante su convivencia surgen las discrepancias entre ambos, aunque con el transcurso del tiempo no sólo se irán suavizando algunas asperezas, sino que Illayaal despertará otros sentimientos en Dheepan. Porque Dheepan, cuando aún se llamaba Sivadhasan, tenía una esposa y un hijo que murieron a causa del conflicto armado, y ahora, en su presente, en otro país y con una nueva identidad comienza a ver en Illayaal y en la pequeña Yalini como una verdadera familia, albergando la esperanza de recuperar su posición en el mundo.

El director de Un profeta (Un prophète, 2009) y De óxido y huesos (De rouille et d’os, 2012) concibe un brillante y fluido fresco impregnado por las estrategias narrativas del documental. Porque Audiard, con un espíritu critico, pone de relieve que la sociedad de bienestar de Occidente es, en realidad, tan solo un espejismo.

Carlos Tejeda
·  Artículo publicado en el suplemento cultural It’s Playtime [8 de noviembre, 2015]

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