‘EL SIRVIENTE’: De parásitos y hombres

The servant (El sirviente, Joseph Losey, 1963)
Artículo publicado en la revista Cuadernos de Jazz, nº 118, mayo/junio de 2010, pp. 31–34

La primera colaboración entre Joseph Losey y el dramaturgo Harold Pinter fue una implacable radiografía sobre la condición humana que gira en torno a la compleja relación entre un amo y su sirviente. Un inquietante filme aderezado por la música del saxofonista John Dankworth, fallecido el pasado mes de febrero.

Hay ya en la secuencia inicial de El sirviente una sensación de desconcierto. Un hombre distinguido llega con paso firme a una vivienda adosada de varias plantas. Unos segundos después se sabrá que ese hombre es Hugo Barrett (Dirk Bogarde) cuyo oficio es el que da título al filme. Ha sido citado por su futuro empleador, Tony (James Fox), un joven de clase alta que acaba de comprar la casa. Y ese desconcierto se halla, precisamente, en la presencia misma del sirviente, una figura perteneciente más al pasado que a una época como el Londres de los años sesenta, cuya atmósfera se hallaba impregnada por el rechazo de una nueva generación en contra de una sociedad tan encorsetada y tradicional como la británica.

La secuencia pone en antecedentes al espectador porque lo que va a contemplar a continuación es una historia sobre el fingimiento. A partir de ahí Pinter y Losey, basándose en la novela de Robin Maugham, elaboran un perspicaz tratado sobre la psicología humana, o si se quiere, parafraseando a Hegel, sobre La fenomenología del espíritu, libro que precisamente contiene un capítulo titulado “Independencia y sujeción de la autoconciencia; señorío y servidumbre”. Un juego de apariencias en el que se articulan otras cuestiones como la seducción o la sexualidad, siempre modulados desde la ambigüedad.

La eficacia del mayordomo pronto queda de manifiesto por la extrema meticulosidad con que acomete sus quehaceres. Pero esa supuesta normalidad se irá tornando en un siniestro juego en el que Barrett, mediante calculadas estratagemas, va adquiriendo un poder cada vez mayor sobre su amo. Algo de lo que parece percatarse Susan (Wendy Craig), una refinada joven de clase alta a la que no le inspira confianza alguna la presencia del criado. La tensión se irá incrementando con la aparición de Vera (Sarah Miles), supuesta hermana del criado cuya tórrida sensualidad, en oposición a la frialdad que desprende Susan, acabará embelesando a Tony. Algo que comenzará cuando aquella le seduce en la cocina en una escena cuya intensidad emocional es subrayada por el sonido rítmico del goteo de un grifo mal cerrado. De hecho, los personajes femeninos de la trama vienen a ser las piezas de un ajedrez que gira en torno a la confrontación entre los dos hombres. A partir de aquí, el lector que conozca el film advertirá que no se desvelan algunos detalles con el fin de no malograr la trama a aquel que aún no ha tenido la oportunidad de verla.

Dos caras de una misma moneda
Señor y sirviente, dos seres antagónicos a primera vista. Pero análogos en el fondo porque a ambos les une su vocación de parásitos. Uno es un bon vivant y el otro un oportunista. Tony subsiste en su propia indolencia arrastrado por las ventajas que le reporta su condición social. Su actividad laboral se reduce a difundir su plan sobre un proyecto urbanístico en Brasil del que en ningún momento hay constancia en papel alguno. Ni tan siquiera hace el más mínimo esfuerzo por abrir su correo. Simplemente se dedica a vegetar, comer, beber y a sus encuentros con Susan, por otra parte carentes de emoción.

Y Barrett, también como Tony, se aprovecha de su condición para ir sacando beneficio propio a base de artimañas. Su perspicacia y frialdad contrastan con la debilidad y la inocencia de su señor a pesar de la aparente seguridad y rectitud que éste desprende. Una compleja relación salpicada por una ambigüedad latente sobre la sexualidad de los dos protagonistas. Las fotos de hombres musculosos en la habitación de Barrett, o los dibujos que se reflejan en el espejo del dormitorio de Tony y que representan efebos desnudos, pero también son los pequeños detalles del uno para con el otro, caso de las maneras del criado al secarle los pies a su amo después de que éste se los ha calentado ante la chimenea o las distracciones a las que se entregan en la escalera de la casa lanzándose una pelota el uno al otro, por poner un par de ejemplos.

La trama se concibe con una estudiada puesta en escena. La propia vivienda, lugar donde transcurre la práctica totalidad del filme, es un laberinto estancias y puertas en torno a la escalera que da acceso a las diferentes plantas. Aspecto al que se da mayor énfasis con el propio manejo de la cámara. No sólo con los picados y los contrapicados sino con los complejos desplazamientos que ésta traza, como tratando de esquivar los muebles. Situación que, por otra parte, obliga de forma inconsciente a sus personajes a encontrarse constantemente. Algo que manifiesta Susan cuando se queja a Tony sobre la continua presencia de Barrett.

Pero al mismo tiempo la casa es una metáfora visual de la tortuosa relación entre ambos personajes. De su aspecto inicial, con sus estancias vacías cuando tiene lugar la primera cita entre ambos protagonistas. Después, ya recargada con los muebles y demás enseres de su dueño, subrayando si cabe aún más el carácter laberíntico del interior. A la vez, la iluminación que se va transfigurando a un tono cada vez más siniestro. Y las sombras que adquieren una mayor presencia, como las que producen amo y criado en la escalera lanzándose una pequeña pelota; o la silueta del rostro de Tony que se proyecta sobre las cortinas del baño durante su juego del escondite. Al moverse el joven, su sombra sufre un sinfín de deformaciones por las ondulaciones de la propia tela. Imagen inquietante que parece remarcar la disolución de su voluntad. Oscuridad que se transmuta en un extraño y fantasmagórico ambiente en la secuencia de la orgía final. A este aspecto contribuyen los espejos, elemento habitual en la filmografía de Losey, señalando aún más ese carácter intrínseco que poseen las apariencias. Porque ése es otro de los temas del filme. Ya no es sólo la propia ociosidad del amo. Es también la visita a un matrimonio de aristócratas que éste realiza con su novia. El diálogo entre el cuarteto no puede ser más banal. Escena que Losey concluye cuando el mayordomo de los anfitriones cierra las puertas de la estancia.

La música
Además de un reputado músico de la escena jazzística londinense, John Dankworth fue un sólido compositor cinematográfico con una carrera que abarcó una treintena de títulos[1]. Dankworth concibe una notable banda sonora para El sirviente que navega desde las directrices postbop pero dando protagonismo a los vientos. Asimismo el saxofonista hace un pequeño cameo, apareciendo como solista de la banda que actúa en el pub donde tiene lugar uno de los un encuentros entre Tony y Susan al principio del filme.

Pero si hay algo que destaca es el tema All gone cuyas letras son del propio Pinter y está cantado por Cleo Laine, la mujer de Dankworth. Pieza salida del vinilo que pone Tony en su tocadiscos, en su tórrido encuentro con Vera en el salón, mientras ambos suponen que Barrett descansa en su dormitorio. Pero también suena en la orgía final, sólo que esta vez se mezcla con la propia banda sonora y con el jaleo del ambiente. La melodía de seducción es tan sólo un rastro de notas, se ha desdibujado, se ha diluido. Como la voluntad del joven aristócrata.

Carlos Tejeda
Artículo publicado en la revista Cuadernos de Jazz, nº 118, mayo/junio de 2010, pp. 31–34

NOTA

[1] John Dankworth puso música a otros filmes de Losey como The criminal (1960), Modesty Blaise (1966) o Accident (Accidente, 1967). También es autor de otras bandas sonoras caso de Saturday Night and Sunday morning (Karel Reisz, 1960), Darling (John Schlesinger, 1965) o 10 Rillington Place (El estrangulador de Rillington Place, Richard Fleischer, 1971).

Ficha Técnica
The servant (El sirviente, 1963)
Director: Joseph Losey.
Producción: Joseph Losey y Norman Priggen.
Guión: Harold Pinter, basado en la novela The servant de Robin Maugham.
Fotografía: Douglas Slocombe.
Música: John Dankworth.
Canción: All gone cantada por Cleo Laine.
Diseño de produción: Richard MacDonald.
Montaje: Reginald Mills.

Reparto
Dick Bogarde (Hugo Barrett), James Fox (Tony), Sarah Miles (Vera),Wendy Craig (Susan), Catherine Lacey (Lady Mounset), Richard Vernon (Lord Mounset), Patrick Magee (Obispo), Alun Owen (coadjutor), Brian Phelan, Hazel Terry, Alison Seebohn, Philippa Hare, Dorothy Bromiley, Ann Firbank, Doris Knox, Jill Melford, Harold Pinter, Derek Tansley (personas del restaurante).

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