‘3 CORAZONES’: Los caprichos del azar

3 corazones

Benoît Jacquot concibe un notable film sobre un triángulo amoroso que articula a través de las estrategias del suspense poniendo de manifiesto hasta que punto el ser humano es dueño de su propio destino.

Que el azar es una circunstancia intrínseca en la vida es algo evidente, como que los anhelos no necesariamente tienden a cumplirse de la manera en que se han planeado, aunque de antemano haya habido una intención por materializarlos. Es la vida y nada más. No hay lógica en la mayoría de los hechos, como tampoco la hay en muchas reacciones. Se puede estar cargado de razones, a veces generadas por el propio deseo, para tal o cual objetivo, pero a veces, un hecho fortuito cambia de golpe el curso de los acontecimientos. Algo así, y salvando las diferencias, proponía la curiosa Dos vidas en un instante (Sliding Doors, Peter Howitt, 1998), que planteaba algo tan nimio como que el hecho de perder el metro en un día cualquiera podría dar un giro radical en una vida como era el caso de la joven a quien encarnaba Gwyneth Paltrow. Y es en esta tesitura por la que navega la mucho más notable 3 Corazones, en la que Marc (Benoît Poelvoorde), un individuo corriente de mediana edad, pierde el tren que le tiene que llevar de una ciudad de provincias, a la que ha ido por cuestiones de trabajo, a París. Contratiempo que le lleva a deambular en busca de un hotel para pasar la noche hasta que pueda tomar, al día siguiente, el próximo tren. Un itinerario que por azar, le lleva a conocer, durante su recorrido nocturno, a Sylvie (Charlotte Gainsbourg), una mujer que pasea sin rumbo alguno por las calles de esa misma ciudad.

Pero el azar volverá a intervenir de nuevo, impidiendo el reencuentro que ambos han programado dos días después, en París, tras despedirse en el tren que él toma de regreso a la capital. Azar que, una vez más, volverá a modificar el curso de los acontecimientos, haciendo que esta vez Marc y Sylvie estén muy próximos, aunque sin cruzarse físicamente y sin que ninguno sea consciente de ello, porque él, también por azar, conoce a otra mujer, Sophie (Chiara Mastroianni), que resultará ser la hermana de Sylvie, dos seres que, junto con su madre, a quien encarna una espléndida Catherine Deneuve, forma el otro triángulo que conforma la película.

Porque en realidad, 3 Corazones es la historia de dos triángulos, el amoroso y el familiar, dos triángulos supeditados a los caprichos del destino dentro de una historia que, lejos de seguir las pautas melodramáticas tradicionales, se articula a través de las estrategias del thriller, algo que enfatiza si cabe aún más la propia banda sonora compuesta por Bruno Coulais. Porque, y ahí quizá resida una de las virtudes del film, pocas veces el espectador ha contemplado una historia de amor cuyas directrices se rigen por las condiciones que dictan las reglas del suspense. Un historia elaborada con contención y cuyos enigmas se van desvelando durante el transcurso de la trama.

Pero más allá de concebir un ejercicio de suspense, Jacquot pone de manifiesto la inconsistencia del propio tránsito de la vida en el sentido de que ésta, en muchas ocasiones y a pesar de las decisiones que tome tal o cual persona, al final depende de las casualidades del destino que afectan, incluso de manera secundaria y sin que nadie sea consciente de ello, al resto de los “implicados en el juego”. O dicho con otras palabras, que la determinación que tome alguien puede cambiar, en muchas ocasiones y de manera inconsciente, el curso de la vida de los otros.

Sin embargo, puede que estas atractivas premisas causen en más de un espectador cierta extrañeza, por el hecho mismo de que alguien con la fisonomía de Benoît Poelvoorde, a pesar de su más que solvente interpretación, y la actividad profesional a la que se dedica su personaje, pueda suscitar las pasiones, en este caso, de las dos hermanas protagonistas. Pero el amor no entiende de estereotipos, como tampoco entiende de gustos. Y quizá ahí, precisamente, resida otra de las virtudes del film, que simplemente es cuestión de amar, y que lo demás poco importa.

Carlos Tejeda
·  Artículo publicado en el suplemento cultural It’s Playtime [1 de noviembre, 2015]

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